martes, 20 de diciembre de 2016

Cierre del Taller de Tango 2016



Terminó la función y fue el saludo final y bailar otra vez y volver a sentir los aplausos y después salir al hall de entradas a saludar a los amigos, a los conocidos, a esos que fueron porque les pediste, los otros que fueron a ver a otros pero igual te saludan...
La foto con todos, y otra más con más, y otra con Fran que pasa corriendo mientras dice «Paso»....y reímos, y antes yo también me emocioné, cuando el profe hablaba, porque esto de bailar tango es una diversión, y un hábito y una costumbre, una necesidad imperiosa y de pronto allí estamos todos en un escenario y sonrientes y después ya está, ya terminó....

Luego pizza con amiga y cerveza y comentarios de todo tipo, desde el tango hasta hoy a la mañana...y encontrarse en el restorán con un colega que fue porque lo invité y le gustó y le dan ganas de aprender tango y eso está bueno, muy bueno...
Y ahora al regresar a casa, los pies cansados, un poco de taquicardia vaya una a saber por qué, y recordar el escenario y lo rápido que pasó todo...

Cuando practicábamos en el Alem, era todo más lento y el profe como apuntador: «un, dos, tres y un, dos tres y un dos»...y en la Casa de la Cultura no apuntaba y parecía que los pasos no encajaban con la música, pero miraba a los demás y hacían lo mismo, y entonces sí....
Y era todo muy rápido...muy rápido.

Y de repente terminó, ya todos habíamos hecho todo y llegó el final, y la gente aplaudía mucho...y yo sonreía porque era lindo estar ahí con las pilateras adelante y los niñitos más adelante aún y nosotros ahí atrás...

Y ahora al llegar a casa se me dio por pensar en esas alegorías que hacen sobre la muerte cuando esta se avecina, y una ve pasar toda su vida muy rápido y se me ocurrió que podría llegar a ser como este espectáculo nuestro de hoy, practicamos tanto...y después todo fue tan rápido, antes de darnos cuenta se había terminado.

En nuestro grupo hubo compañeros y compañeras que lo deben haber hecho todo bien, Rubén y yo nos equivocamos varias veces, yo me reí, lo corregí, él me dijo que me apuraba, pero igual terminamos todos al mismo tiempo y el público nos aplaudió a todos y a todas, fue lindo.

sábado, 27 de agosto de 2016

Tres en el tren

 
Las tres hermanas ahí en el asiento de un tren, sin duda el Sarmiento y seguramente yendo a Ituzaingó, a la casa de la abuela.

La foto es en blanco y negro pero el asiento era verde, todos los asientos del Sarmiento eran verdes.

La mayor con sus anteojos y seria, mirando hacia abajo, una vincha blanca en el pelo.
La más pequeña en el medio señalando probablemente la cámara, su cabeza llena de rulos y sonriendo.
Y la del medio del lado del pasillo, también sonriendo y con vincha.
Las tres con un vestidito de similares características y con la misma tela, veraniego, mangas cortas, blanco y celeste hecho por la mamá.

Esos viajes desde Flores a Ituzaingó eran parte de la rutina, debe haber corrido el año 63, la más pequeña tendría dos años y la mayor haciendo el cálculo correspondiente diez, sólo diez años.
Era muy lindo ir a la casa de la abuela los domingos, tenía patio con plantas y árboles frutales, un limonero y un mandarino cada uno en una esquina del mismo lado del patio y un duraznero en el medio que nunca había dado frutos. En realidad también había un naranjo que daba naranjas muy ácidas, siempre pensaron que era por estar tan cerca del limonero.
Sin duda el mandarino era el mejor.

Había un pequeño lavadero y arriba de la mesada un tanque gigante que contenía kerosene para las estufas, con una pequeña canillita con la que se había bañado alguna vez teniendo tres años la hermana mayor, la seria, la de anteojos.
Así al menos lo habían contado en la familia.
En ese lugar se encontraba una pequeña ventana muy alta que daba a un baño chiquito que estaba en la habitación grande, el que se utilizaba como depósito. Desde la ventanita del lavadero se veía un busto de un beduino que estaba en el baño y se traslucía y siempre asustaba en la infancia.

En esa casa de la abuela, donde ella vivía con su mamá, o sea la bisabuela, -la bisabuela que era toda amorosa, bajita y con batón, pelo corto y todo todo blanco sujeto con dos peinetas que también eran blancas, cariñosa y callada y casi siempre barriendo el patio o la vereda-, había un cuarto muy lindo que había sido de la hermana mayor cuando era chiquita y vivían ahí, y la mamá había pintado un friso en las paredes, una hermosa guarda compuesta por distintos cuadros que eran reproducciones de personajes de cuentos que habían sido hechos películas por Disney.
Aparte en ese cuarto había un placar hermoso en la pared, que tenía una puerta bajita donde se guardaban los juguetes.

Los domingos se comían ravioles o fideos en la gran mesa del comedor.
Y el postre solía ser duraznos en almíbar con dulce de leche.
Muchas veces los otros abuelos iban también a almorzar los domingos. Con los otros abuelos se iba a misa, les habían llevado de regalo a las chicas más grandes unos cuadrados de tul blanco como si fueran mantillas, porque a la misa se iba con mantillas.
Y en la misa no se entendía nada porque era en latín, excepto cuando el sacerdote hacía el sermón, y entonces se entendía. Lo único que se sabía de la misa era decir « Et com espiritu tuo » o algo así, que significa « Y con tu espíritu »

No se ve nada más del tren, pero esa tranquilidad hace realmente pensar que era domingo, el tren semi vacío, todas cómodamente sentadas y la alegría de ir a la casa de la abuela.

viernes, 26 de agosto de 2016

Se hizo Justicia

A veces tarda, pero llega. Y eso hace que nos reconciliemos con los jueces probos y honestos. Y por sobre todo que se refuerce en muchos de nosotros que hay que seguir haciendo hincapié en la memoria. Es así: Memoria, verdad y justicia, sin ellas estamos perdidos.
Transcribo la crónica que escribió mi amigo Adrián Camerano, brillante periodista que ahora reside en Córdoba con quien tuve la suerte de compartir en Tierra del Fuego espacios relacionados con los Derechos Humanos y la Cultura popular.





SENTENCIA EN LA MEGACAUSA LA PERLA-LA RIBERA

Postales de una jornada histórica


Sobre las 14 de este 25 de agosto con inusual calor en Córdoba, el presidente del Tribunal Oral Federal N°1, Jaime Díaz Gavier, concluye la lectura de la sentencia con una frase esperada: “Señoras y señores, el juicio ha terminado”. Como un escape de gas, en ese preciso momento se libera la tensión acumulada en años de espera, nervio e impotencia. La Pando insulta, la esposa del condenado Ernesto Barreiro –Ana Maggi- gesticula y los familiares aplauden, lloran, cantan. “Viva la patria” provoca la activista por la impunidad, y de inmediato trona en la sala el consabido cantito “Adónde vayan los iremos a buscar”. ¿Mero folclore? No: la sala está dividida, víctimas y familiares de un lado, imputados y un puñadito de adherentes del otro; policías de uniforme y de civil están diseminados en la sala tapizada de madera lustrada, donde un módico cristo mira a todos desde arriba.
Han pasado unas dos horas de la lectura del fallo en la megacausa La Perla-La Ribera, el proceso de lesa humanidad que durante casi cuatro años juzgó a una cincuentena de responsables del mayor circuito represivo del interior del país. Una decena murió en el camino, otros recibieron penas menores, la mayoría -28- fueron condenados a prisión perpetua, por los más diversos delitos que uno se pueda imaginar.
Llevo unas cinco horas sin sentarme y estoy francamente cansado, pero me autocelebro la decisión de presenciar la sentencia desde adentro.

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¿Ingresar a Tribunales –a la mismísima sala, con suerte-, o vivir la sentencia afuera, con los miles de militantes, estudiantes, activistas, en fin, compañeros? El dilema no es menor. Pueblo o formalidad, emoción o institucionalidad, cantar la alegría por una nueva condena a los genocidas o presenciar una página de la Historia, así, en mayúscula. Arranco temprano este jueves rumbo a Córdoba y por las dudas cargo la vieja credencial que el tribunal me dio el 4 de diciembre de 2012, cuando el juicio inició y yo trabajaba en un periódico que nunca más volví a pisar. Un par de trámites me demoran y cuando son las 11 –la hora señalada para la lectura del fallo- me digo a mí mismo que ya está, que lo veré de afuera en pantalla gigante, como tantos miles, con muchos de los cuales nos hemos cruzado en marchas, actos, talleres, encuentros varios.
Pero el destino tenía una carta guardada. Cruzo el vallado y me dejan entrar al edificio; quién sabe por qué azar, figuro en el listado de medios acreditados. Subo la escalera y el hall de la sala está atestada de gente que quiere entrar, fotógrafos que se putean con las empleadas, camarógrafos que parecen competir entre sí a ver quién tiene la filmadora más grande. Me arrimo a la puerta, un trajeado dice que “la sala está llena, sólo dejaremos entrar a cinco familiares, nada más”, y no sé cómo me abren paso e ingreso, igual que aquella audiencia inaugural.
Estoy casi de incógnito, soy el único periodista en la sala. Me acurruco en un rincón y espero.

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“¡De pie!” grita alguien y se hace un silencio de muerte. Ingresa el tribunal, los fotógrafos y camarógrafos se toman su tiempo para retratar sobre todo a los acusados y comienza la lectura de la sentencia, larga, monótona, tediosa. Pero a la vez emocionante: uno a uno van desfilando en la boca del presidente del tribunal los artífices locales del genocidio. Luciano Benjamín Menéndez, Héctor Pedro Vergez, Ernesto Barreiro, una tríada posible del terror, condenados a perpetua. El mismo destino para “La Cuca” Antón, Carlos Díaz, “Fogonazo” Lardone, y tantos otros. A mi lado, los familiares levantan los carteles con las fotos de nuestros desaparecidos y escuchan, estoicos, cada pena asignada a los imputados.
Cuando Díaz Gavier lee una condena de apenas dos años y monedas, a mi lado escucho el clásico “¡qué culiaos!”. Levanto la vista y veo a un hombre mayor, de unos –pongamos- 60 años, en la mano un afiche de René Salamanca. Es igualito al desaparecido sindicalista de SMATA, un cuadro del Partido Comunista Revolucionario, el mismo partido que en tiempos recientes calificara al lockout de las patronales agrarias como “una rebelión agraria y federal”.
“¿Usted es el hermano?” le pregunto, y me responde: “No, el hijo”. Ni tiempo de avergonzarme: a su lado, una mujer anciana en silla de ruedas aguanta ya las dos horas con un cartel en mano, cerca están Estela de Carlotto, Sonia Torres –Abuelas Córdoba- un poco más allá y una pléyade de funcionarios, desde el gobernador Juan Schiaretti –que siempre llora en estos trances- hasta su vice Martín Llaryora, junto al delasotista Oscar González, reciclado como legislador provincial.
Una razón fuerte para no presenciar el fallo era la posibilidad de cruzarme con estos muchachos, pero qué va: la presencia de Estela, Sonia y Emi D´Ambra compensan el mal trago.

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Al escándalo de Pando y compañía se suma un par de condenados, que gritan y amenazan mientras son retirados de la sala. Menéndez, no. El “Cachorro” asistió impertérrito a la lectura de su condena número 14, doce de ellas a perpetua. El otrora jefe del Tercer Cuerpo del Ejército ya ni bravuconea, exhibe bastón y la mano izquierda vendada y lejos está de aquel general que era amo y señor de la vida y de la muerte en buena parte del territorio nacional.
Otros compañeros de condena, más jóvenes, sí provocan, patalean. Saben que, a sus espaldas, tienen a un par de activistas de apoyo. Pero no alcanza: “Adónde vayan los iremos a buscar” suena otra vez en la sala y estallan las lágrimas, los abrazos, Emi que destaca el valor de los testigos y un tribunal que ni mosquea cuando el público los aplaude, de pie, por el trabajo realizado.
Salgo y afuera me encuentro con miles cantando, bailando, soñando con una patria justa, libre y soberana.
Ahora sí, el juicio ha terminado.


miércoles, 11 de mayo de 2016

Si no se ven, no existen



Mi amiga, trabajadora social, me dice “Cada vez hay más”.

¿Más indigentes?

Más gente que pide.
En la fiesta del ovejero se acercó a la cola de la gente que esperaba que les dieran las porciones de cordero que habían comprado, una chica rubiecita con un cartoncito donde decía que era sordomuda, que solicitaba ayuda.
Ella estaba por ayudarla cuando algún otro en la cola comenzó a decir, “No, re trucha, yo la vi el otro día en la cola del banco y hablaba y todo”.
Sigue contando que otro día afuera del servicio de Salud Mental donde también había bastante gente se acerca una niña de unos 11 años también pidiendo “¿Tiene cinco pesos, tiene cinco pesos?” y lo mismo, estaba por darle, cuando alguien dice “No, esta nena, es muy piola, la vi antes de ayer, después de recolectar por todo el hospital sale y la está esperando el papá en un Gol ahí afuera”.
Y también vio en la panadería que llegó un chico en una bici y pidió si les había sobrado algo y las chicas de la panadería sacaron de abajo del mostrador una bolsa y se la dieron y tenía adentro pan y facturas, y le contaron que sí, que el pibe llega unas tres veces a la semana siempre pidiendo y a ellas les da lástima y le dan.
Y los viejos, los indigentes, los borrachines se refugian dónde pueden. Difícil en este Río Grande que ya en abril tiene temperaturas bajo cero a la noche. Y entonces después se mueren.
Porque chupan mucho y se quedan dormidos y llega la noche con su frío y ellos no se dan cuenta y no se despiertan.
Recordó una canción de Serrat de dos amigos bajo un puente, dos indigentes a la noche, busca en internet y entonces la realidad es la misma en todas partes porque la canción no aparece pero si una crónica que dice “Hasta el momento, 19 personas 14 de ellas en Buenos Aires que, como Pichín, están condenados a dormir en la calle han perdido la vida en Argentina por el frío. Otras 33 han fallecido por intoxicación con monóxido de carbono, debido a manipulación indebida de sistemas de calefacción.
Amanecimos y estaba muerto. No pudimos revivirlo. Hace casi un año que vivimos bajo el puente y no tenemos dónde ir. En los refugios estás peor que acá y en los hoteles que nos consigue el gobierno de la ciudad no nos quieren, decía entre lágrimas una madre de 34 años y unos cuantos hijos, que acababa de perder a su bebé de siete meses, congelado en la noche bajo el puente de la autopista 25 de mayo. Sólo cuando la muerte del niño fue noticia, el gobierno local alojó a la mujer y a su familia en un refugio”.

Y esa crónica era del 22 de julio de 2010. Y claro porque debe haber sido en esa época o quizás antes cuando un hombre de 42 años se murió en el Kiosco Fénix en Río Grande, o lo que había sido el gran kiosco Fénix y pasó a ser sólo un refugio-trampa para indigentes, a la mañana los compañeros lo quisieron despertar y nada, estaba muerto. Hipotermia.

O aquellos otros, pobres, que eran viejos también, y se ve que eran pareja y paraban en la garita de la vuelta del hospital, y la cerraron como pudieron con cartones y nylon y maderas y prendieron un fueguito con los pallets y a la mañana siguiente se descubrió que se habían muerto asfixiados.
Y entonces luego iban a dormir a la guardia del Hospital, y claro a los pacientes, a los enfermeros, a los que limpiaban les molestaba el olor –el olor de los indigentes-y llegó un subsecretario y les hizo “meter goma” como él mismo dijo, y cuando una ex funcionaria se quejó le dijo “Ah ¿querés que te los mande a tu casa?”
Y la misma ex funcionaria antes habló con una monja que había sabido ser enfermera pero estaba jubilada y trabajaba con CARITAS y le dijo que se podía llegar a hacer algo autogestionado por los mismos viejos y la monja le dijo que ella ya se iba que lo pensara mejor, “que había que apoyar lo que tenía la municipalidad”. Pero todos sabían que los indigentes no lo querían, no querían dormir ahí, no les gustaba.
Y después de hablar con la monja habló con la ministra de Desarrollo Social, que le dijo “No me traigas problemas, tráeme soluciones”. Y ella contenta le dijo que sí, que se las llevaba. Que el centro autogestionado, que alguna de las casas que tenía gobierno y estaban desocupadas. Que pedirían donaciones a los comerciantes locales para camas, colchones, cubiertas de cuerina para los colchones, que lo único que tenía que haber era calefacción, agua calentita, sábanas y toallas. Y a la noche una olla grande de guiso y a la mañana una grande mate cocido.
Que si el Hospital ayudaba al Hogar de ancianos de enfrente con tres o cuatro comidas diarias y les lavaba la ropa y todo, a ese lugar que tenía ayuda no estatal y que los mismos internados solventaban económicamente, por qué a este lugar no. Que no se necesitaba personal, solamente una persona para la noche, y que se iba a comprometer a los mismos asistentes a que lo tuvieran limpio y ordenado.
No hubo caso esa no era una solución.
“Es que se van muriendo y ya viene el invierno, y en esa garita de la vuelta ya se murieron tres, y no puede ser”, le dijo a la ministro.
A la otra semana la garita estaba demolida.
“Es que cada vez hay más, ahora mismo hay cada vez más, vienen más. Y ya no son viejos, son jóvenes, está lleno”, dice la trabajadora social. Y cuenta también que “sacaron de cuajo la otra garita, una que ni siquiera era de material, sino de caño y policarbonato, como si fuera una garita del Caribe, no de acá, y la sacaron, la desaparecieron”.
A nadie le interesa, ni en Tierra del Fuego, ni en la Capital Federal, el indigente justamente “no garpa”, debe ser que no votan.
Parece la horrible definición pública de Videla sobre los desaparecidos "Es un desaparecido, no tiene entidad. No está ni muerto ni vivo, está desaparecido...” Eso parece en nuestro país el indigente: un desaparecido.
Si no los vemos: no existen.

jueves, 24 de marzo de 2016

40 años

Yo iba a escribir algo con respecto a esta fecha, la importancia que tiene para mí desde hace justamente esa cantidad de años, pero leí algo que escribió Élida "la Negra" Deheza en su página de facebook, y sin duda alguna está mucho mejor escrito que lo que yo podría haber hecho y aparte para mí siempre fue un ejemplo de cordura, en lo político y en lo sindical, desde que la conozco hace muchos años en Río Grande.
La Negra, estuvo detenida durante la Dictadura y escribió ni más ni menos que lo que sigue a continuación:

30.000 compañeros desaparecidos PRESENTES...
Pasaron cuarenta años y nosotros no somos los mismos, la Argentina tampoco…Nosotros, porque estamos más viejos, entrelazando nuestra experiencia con los más jóvenes, aprendiendo…la Argentina, porque los juicios por la memoria, la verdad y la justicia sentaron las bases éticas desde donde parir la democracia. Ningún crimen ha de quedar impune. Ninguna nación es tal si se sostiene sobre la impunidad.
Cuarenta años del golpe cívico militar y pegadito a la fecha este golpe feroz del liberalismo que nuevamente pone sus garras en nuestro suelo. Cuarenta años del terrorismo de estado, de la imposición de una nueva estructura económica y social que solo fue posible de la mano de la represión ilegal y en la clandestinidad…. y aunque sus ejecutores ya no detenten el poder, los grupos económicos, que se beneficiaron con el golpe cívico militar, los han sobrevivido. Nunca fueron condenados y ahora han puestos a los suyos a rediseñar el país.
Desde el 24 de marzo de 1976 que lo planifican. Tuvieron su avance en los noventa y su retroceso allá por el 2003; y cuando todo hacía pensar que estos 40 años nos encontrarían en el sendero gastado de tanto caminar reclamando más verdad y justicia, tenemos a estos buenos empresarios en el gobierno nacional, al servicio de intereses que nada tienen que ver con el pueblo. Vienen a destruir lo mucho que se ha construido hasta acá, a demoler cada ladrillo de memoria que levantamos. Son tan perversos que hasta llevaron al presidente norteamericano al parque de la memoria...
Cuarenta años no es nada en la vida de una nación pero es demasiado para alcanzar toda la justicia que buscamos. La vida no perdona, es finita.... y a este presente que nos duele, nosotros, los sobrevivientes de la dictadura, le sumamos otro dolor intenso que atraviesa todo el cuerpo y el alma, que alimenta las ausencias por los que no están. Son 30.000 desaparecidos y los que murieron resistiendo.
Duele todo el año, toda la vida.
Los dolores de nuestras ausencias se curan con justicia y la justicia son los juicios en los que buscamos la condena de los genocidas y también, la justicia que viene de la mano del Equipo Argentino de Antropología Forense, cuando identifican los restos de nuestros compañeros/as y nos devuelven su historia.
En ambos casos el estado está involucrado de manera directa: apoyando al Equipo Argentino de Antropología Forense y acompañando activamente para que los juicios por la verdad se concreten, sacándole la “pereza judicial” con la que algunos jueces disimulan que trabajan para el olvido, porque de la tan mentada inamovilidad de los jueces, heredamos también jueces de la dictadura y lamentablemente hoy, estamos frente a un estado que no ha de hacer ningún esfuerzo para que la justicia le llegue a los responsables de las desapariciones, las muertes, las torturas, las violaciones, el robo de bebes…
Pero con la historia no se puede hacer borrón y cuenta nueva.
Se la puede tergiversar, ocultar, manipular, se puede mentir sobre la historia, hasta ese momento en que la luz de la verdad brilla en todo su esplendor y otras, como ahora en que andaremos con la verdad como un fueguito encendido, como enseñaron los nativos acá en la isla.
Cuarenta años para celebrar que somos muchos los que sostenemos la memoria, la verdad y la justicia y aunque parezca que no alcanza, nos sobra convicción para pelearle a los destructores de la vida la certeza de que no podrán hacer borrón y cuenta nueva con la historia, porque vivimos en un país donde el pasado no es pasado. Ese ayer de espanto que fue la dictadura se hace presente en cada juicio, en cada palabra.
Cuarenta años en los que tropezamos muchas veces con los que se lamentan de habernos dejado vivos, cuarenta años de profunda desesperanza con las leyes que imponían el olvido. Cuarenta años en los que también tuvimos el acompañamiento del estado con el gobierno de Néstor Kirchner primero y de Cristina después. Un tiempo en que los derechos humanos fueron política de estado y en el que nosotros celebramos, porque fueron años en los que avanzaron los juicios, aun en los juzgados con “pereza”, porque las madres de la plaza y las abuelas fueron tratadas con el respeto que se merecen, por su lucha y por su dolor; las escuelas, las universidades, el barrio, un lugar para pensar la historia y a los militantes. Un estado presente, no para nosotros/as sino para la memoria colectiva, base necesaria para pensar la democracia.
Nosotros, los que sobrevivimos, tenemos un mandato imperativo de los compañeros/as que no están de que los recordemos en sus luchas. Tengo el inmenso honor de haber sido protagonista de un tiempo de profundo compromiso, una historia que me precede y la que inevitablemente me ha hecho la persona que soy y en estos cuarenta años quiero recordar a los compañeros/as, con los que militamos juntos y a los que no conocí. Cuarenta años para recordar a las compañeras de Villa Devoto; demasiados años en la cárcel, tantos como los afectos que heredé. Nunca pudieron robarnos la alegría y eso que no escatimaron esfuerzos y no pudieron, porque siempre nos pensamos con el otro.
Habrá que amucharse, pensarse con el otro, porque viene un tiempo difícil, hay que cuidarse y cuidar a nuestros pibes…
Hoy como nunca la historia, nuestra historia, debe ser un hilo conductor entre generaciones. Nunca más la dictadura, pero también nunca más la exclusión social, nunca más quedarse sin trabajo, sin esperanza. Nunca más la desmemoria sobre nuestra historia. Claro que no es pasado aunque a algunos les moleste.
Llevamos cuarenta años disputándole la memoria, la verdad y la justicia a los mismos que hoy gobiernan la argentina. Esta democracia que supimos conseguir con la sangre de nuestros compañeros/as abonando la tierra, es el resultado de la lucha de esos intereses. Unos para sepultar la historia, convertirla en recuerdo doloroso y resignada clausura del pasado. Nosotros, empecinados en lograr la justicia y recuperando la memoria para las nuevas generaciones.
Nosotros, los que fuimos la maravillosa Juventud Peronista, somos hijos del luche y vuelve que fueron los 18 años de proscripción del peronismo, del Cordobazo, del rosariazo y nuestros jóvenes de hoy, son hijos de nuestra historia, de la resistencia de las madres, las abuelas, de nuestros familiares, de los organismos de derechos humanos y las organizaciones sociales que se comprometieron en la lucha contra el olvido.
Esa lucha, que muchas veces fue desigual, supo constituir agenda en la sociedad. Constituyo la agenda social para derogar las leyes de impunidad y los indultos, abrir los juicios, recuperar nietos/as.
La memoria no es neutral.
Cuando la memoria se hace palabra nos paramos enfrente de los que promulgan la exclusión y legitiman la violencia contra el pueblo. Justo enfrente de los manipuladores de la historia, de los que pretenden narrar la dictadura cívico militar “desde la violencia institucional y política” (textual Macri). No es casual, esa frase deja afuera el terrorismo de estado y en consecuencia, la complicidad civil en la dictadura, estamos enfrente de los que buscan que nuestros desaparecidos no tengan historia. Estamos enfrente de los que llegaron para frenar los juicios…
Nosotros nos paramos en esta calle ancha, donde el viento hace ondear las banderas con los nombres de nuestros compañeros/as, esta calle plena de luchas, de resistencia, de dolores, de primaveras, de certezas, de grasa militante....donde la memoria está impregnada de política, de haceres colectivos, de ideas, de pueblo que reclama sus derechos, de colectivos populares. Esta calle que alberga contradicciones y autocriticas, debates y realizaciones, que habla del país que queremos , de nuestros sueños; y camina al encuentro de los sueños que soñaron antes para encontrar ese hilo conductor que nace de la lucha histórica del pueblo....porque la memoria lleva implícito el compromiso.
En esta calle ancha nos negamos al olvido.
A 40 años de la dictadura cívico militar, me permito la añoranza, recordar a mis compañeros y compañeras desaparecidos, a nuestros muertos, extrañarlos, recordarlos y recordarme en los días gloriosos, en la risa, en el trabajo en el barrio, en las guitarreadas, en los amores....Me refugio en el abrazo a la distancia con mis compañeros/as de entonces, con las que estuvimos presas en Devoto, con mis compañeros/as de militancia de este presente, con amigos/as queridos, en mi familia, en los H.I.J.O.S, en Lucia.... Levanto nuestras banderas orgullosamente, con los nombres de todos, con sus historias de vida.
No les regalo ni un poquito de mis convicciones.
Ni la alegría.
No hay olvido ni perdón para los ejecutores de la vida en el pasado dolorido de la argentina ni para los que pisotean el presente.
No vamos a bajar los brazos.
No vamos a ocupar las sillas para sentarnos a descansar. Hasta que el último genocida reciba su condena. Hasta que haya justicia por Julio López, por Silvia Suppo, hasta que encontremos los nietos que nos faltan, hasta que encontremos a todos nuestros desaparecidos y crezcan las flores en sus tumbas…
Más tarde o más temprano, el pueblo reclamará lo que le es propio, porque como bien cantan los pibes, a pesar de la bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido…..

sábado, 6 de febrero de 2016

La siembra del odio

Robado de la biografía de facebook de mi amigo Pablo Mattesz:

La siembra del odio
"POR QUE SON NEGROS..."
Me gusta el subte porque es como el cumpleaños de quince de una prima lejana al que todos se ven obligados a ir aunque nadie tenga ganas. En él converge la mezcla más exótica de seres humanos, una suerte de feria llena de colores y ruido y voces estridentes y alguna que otra imagen triste.
Los pibes se metieron al vagón a los gritos. Eran tres y ninguno tenía más de ocho años. Eran flaquitos y chabacanos, maleducados sin maldad, medio pillos pero compañeros. Uno solo tenía zapatillas, el más chiquito. Y cuando digo chiquito no hablo de la cantidad de años sino de la cantidad de costillas que le conté sobre la piel desnuda. El más chiquito tenía las zapatillas y también tenía las tarjetitas. Las fue repartiendo mientras hablaba a los gritos y el otro le respondía a los gritos y un tercero le gritaba a la gente que les tiraran una moneda, que Dios los bendiga. Una señora se tapó los oídos. .
Recién cuando pasaron en retirada escuché hablar al pibe que tenía sentado enfrente. Él también habrá tenido unos ocho años.
-Mamá, ¿por qué gritan los nenes?-, preguntó, sin sacarles los ojos de encima. Eran ojos de asombro. ¡Qué libres eran los nenes que podían jugar en el subte!, habrá pensado.
-Porque son negros-, dijo la madre y sentí como si de repente me hubieran apretado el pecho. Pensé que había escuchado mal y presté atención. No sé por qué tuve miedo.
-Porque son negros. Y cuando sean grandes, van a ser ladrones. Vos tenés que tener mucho cuidado con esos chicos, ¿sabés?
La cara del nene cambió como cambia la luz de la tarde cuando es verano y son las ocho menos diez y hay sol y de repente son las ocho y todo se ha puesto oscuro. Sus ojos se apagaron y los ratoncitos de curiosidad que espiaban desde las pupilas se atacaron entre ellos. Sus cejas se torcieron hacia adelante y sus labios se convirtieron en una línea recta y severa. Creo que hasta se le cayó un poco de magia de los bolsillos.
-¿Sabés?
-Sí, mamá.
No entiendo muy bien lo que me ocurrió a mí. Se me aceleró el corazón y mi garganta se puso rígida y quería salir del tren aunque estuviera en movimiento. Quise ser yo el que gritara ahora, pero me pareció más virtuoso el silencio de quien sabe que nunca se humilla a alguien delante de sus hijos.
Tenías la oportunidad de sembrar una semilla de amor y preferiste perpetuar el odio. Elegiste enseñar a tener miedo. Podría haberte perdonado la falsa misericordia de quien observa y murmura 'pobrecitos' pero masticaste tanta bronca que ya no sabés hacer ni eso. Ay, nene, ojalá alguien te explique que tu vieja ese día estaba enojada y que los pibes de la calle no se juntan para jugar, sino porque tienen miedo. Los pibes de la calle no gritan porque son negros, gritan porque son invisibles.
Juan Solá ("La Gente anda diciendo")



domingo, 10 de enero de 2016

POR QUÉ SOY KIRCHNERISTA

No es la primera vez que recurro a mi amigo Alejandro "Sandro" Balanza, o que él acude sin saberlo a mi auxilio.
Esto, Sandro lo escribía a una amiga suya antes de la segunda vuelta electoral acá en Argentina. Y bueno, aunque todo eso ya pasó y quien ganó no fue el candidato Daniel Scioli que representaba al modelo nacional y popular, sino el que estaba, está y seguirá estando en sus antípodas, o sea a la derecha del modelo, alguien que pregonó durante su campaña querer llegar a la "pobreza cero", luchar contra el narcotráfico y contra la "inseguridad", el candidato no sólo de la derecha, sino el representante de los medios de comunicación hegemónicos -que estuvieron en contra del Kirchnerismo desde el primer día de su gobierno hasta el último- el representante de las multi y transnacionales, y del capitalismo mundial, digo aunque haya ganado ese otro candidato, como yo coincido total y absolutamente con lo que plantea Sandro, lo transcribo hoy y aquí.

Recapitulando: no voté a Nestor K pues no me parecía que fuera a hacer nada de lo que yo hubiera deseado pero asumió y de entrada me sorprendió con su política sobre derechos humanos haciendo lo que nadie en democracia se había animado a hacer, juzgar y mandar en cana a los milicos asesinos, luego con Lavagna se mandaron la negociación de la deuda externa que fue clave para una recuperación económica del país impensada para mi y para todos.
Simultáneamente la política internacional me gratificó profundamente y debo decir que en ese punto yo no había entendido el valor de buscar la integración política y económica con los demás países sudamericanos, empecé a estudiar y comprender el enorme valor de esa integración en la diversidad, eso paradojalmente me ayudó a conocer a mi país que hasta ese entonces concebía como una pampa húmeda con anexos y aprendí a apreciar las otras culturas que hay en la Argentina y en Latinoamérica, así viajamos conociendo con otra mirada, con humildad y a veces hasta admiración por lo que lograban pueblos como el de Bolivia o Ecuador por ejemplo, nos sentimos con Adriana y con nuestros hijos consustanciados con esa mirada de sudamericanos tratando de concebir un mundo un poco más justo, más policromo, más amoroso para sus habitantes en un mundo donde el egoísmo y la arrogancia de EE UU y el abandono de ideales de una Europa que ahora estamos viendo nos hacía que no había un lugar para los débiles.
Volviendo a los K, aprecié las decisiones valientes del gobierno de Cristina de recuperar Aerolíneas, las AFJP, YPF y todo eso, apoyo totalmente la idea refrescante de usar como motor el mercado interno para llegar a índices de ocupación impensados en un país donde nos habían dicho que no había lugar para todos y que muchos la tenían que ver desde afuera.
Para colmo, cuando este camino se fue haciendo más evidente se manifestaron tremendos poderes como el de la prensa que tengo claro que es una poderosa herramienta de los grandes poderes económicos en todo el mundo la cual está intentando  y muchas veces logrando doblegar la voluntad de las mayorías que al fin y al cabo nos habían dicho que eso era la democracia.
Además por deformación profesional* quizás con Adriana* hemos tenido la oportunidad de apreciar los enormes logros en materia sanitaria cosa fácil de medir con cifras como la de mortalidad infantil y desnutrición, he visto la cobertura del PAMI a lo largo de 30 años y nunca, ni en la mejor época de la plata dulce tuvieron tanta cobertura médica y socio sanitaria los jubilados, ni te cuento lo que Adriana ha vivido en la Universidad o el Aldo en Ciencia y Tecnología, hemos visto el desarrollo de provincias eternamente relegadas como Chaco o Santiago del Estero a través de nuestro primos y amigos que viven y trabajan allí por mencionarte sólo algunas cosas.
Por último y no menos importante hemos visto la reaparición de la política como una forma de concebir el futuro, con nuestros amigos como Luis Peralta, Ale Loza, Guille Rodoni, Pato Ferrari, Adolfo, Nelson y sus familias con quienes hemos compartido plazas con miles y miles de personas en total armonía coreando y cantando nuestras ilusiones nos juntamos a pensar en un mundo mejor más inclusivo, con más lugar para todos, entre ellos nuestros hijos que cada uno a su manera comparten estos ideales.
Al final me salió más largo de lo esperado, siento que sólo puedo transmitirte un magro esqueleto de todo lo que pensamos, sé que se hicieron cosas mal, menos de las que dicen Clarín o La Nación seguro, que falta mucho y todo eso pero pienso que este es el camino, un beso.
Sandro
 
* Sandro es médico cardiólogo y Adriana trabajadora social y últimamente trabajó mucho con PAMI y los jubilados de Villa María